El litio se ha convertido en pocos años en un mineral muy demandado empujado principalmente por el incremento de la industria del coche eléctrico.
Pero entre los críticos se sitúan los que indican que la extracción tradicional es una forma dañina para el medioambiente y una importante fuente de emisiones contaminantes. Pero ahora la industria camina hacia una forma mucho más sostenible y económica de extraer lo que se está empezando a denominar, «el litio verde».
La cuestión es que la demanda está creciendo tanto, que según el Banco Mundial será necesario multiplicar por cinco la actual producción para poder atender los objetivos de implantación de la movilidad eléctrica para 2050. Algo que supondrá la apertura de nuevos yacimientos.
Actualmente, el litio se obtiene principalmente de minas de roca dura, como las de Australia, o de depósitos de salmuera subterráneos situados bajo la superficie de los lagos secos, principalmente en Chile y Argentina. Este tipo de minería de roca dura, donde el mineral se extrae de minas a cielo abierto y luego se seca usando muchas veces combustibles fósiles, lo que supone un impacto para el paisaje, requiere una gran cantidad de agua en lugares donde habitualmente el suministro es muy bajo, y se estima que libera unas 15 toneladas de CO2 por cada tonelada de litio producido.
La otra opción convencional, la extracción de litio de los depósitos subterráneos, depende de aún más agua para extraer el litio, y se lleva a cabo en partes del mundo que suelen tener escasez de agua, lo que supone una preocupación para las comunidades locales.

